domingo, 28 de agosto de 2011

ÚLTIMO DOMINGO DE AGOSTO

                                                
          El viento encrespado del amanecer  y madrugada, de este último domingo de agosto, hermano pobre de los que meten miedo a ciertos estados americanos, se halla empeñado si no en atemorizar, sí en revolver a las flores del jazmín, frágil nieve de un sofocante verano. Y allí van las pobres, desprendidas a la fuerza de su verde y tupido balconaje para enredarse en la vorágine de remolinos que Eolo amasa, obligadas a girar y girar sin tino ni destino cierto. Que ni siquiera con el embate poderoso del viento pierdan su blancura, no significa que no estén inermes ni desorientadas ante un enemigo que les concede pocos respiros. Cuando estos, contados, ocurren, el suelo es una alfombra de obcecado y fugaz blancor.
          En el horizonte, una ofuscada bufanda de nubes apretándose contra las sierras, avisan que este viento no es cosa de un día.

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