viernes, 4 de octubre de 2019

SE NOS VA EL CALOR

            Se nos va la estación estival, una más, y con ella ahuyentamos los más viejos esa pizca de miedo que metían en nosotros miríadas de advertencias, desde distintos frentes, agobiándonos con las cosas que deberíamos hacer o evitar si no queríamos que esa anual y persistente ola de fuego que desprendía los cielos, y los suelos, no nos devorara y,  lo que sería peor, nos aniquilara.
            Por suerte, zarandeados, eso sí, por esas piras obcecadas, aún podemos presumir, sin que nos llegue la camisa al cuerpo, de estar aquí, esperando ya esa luenga pausa tranquilizadora, ese hondo suspiro de un irisado otoño, mientras llegan los montaraces y, diríamos, purificadores fríos serranos. Del calor, cierto es, y del estío, no podemos esperar más que eso: ígneas vaharadas, más o menos vigorosas u obcecadas, más o menos infernales o arduas de soportar.
            Con nuevas ganas e imagino que ambiciones de mudar cosas, -que ojalá sean las que lo merezcan y no las que bien están como se hallan-, casi de manos de incipientes calores, presagiando a los de mayor dureza, hizo su entrada el nuevo Gobierno municipal, que, sabido es, llega para sustituir al precedente, de distinta ideología, aunque vale la pena recordar que, puesto a conducir los destinos de una ciudad, en este caso la nuestra, bien habría que prescindir de cualquier pensamiento político que no fuera el de ¡Ronda!.
            De desear es, que todos esos proyectos ilusionantes a los que pretende hacer frente el Ayuntamiento, como tantas veces ha ocurrido, no acaben, pasados unos meses, siendo pasto del olvido, de la desidia o de otros foráneos y más poderosos intereses, para quedar en nada.
            Modestos como somos, dejando a un lado esos megaproyectos, para los que, insistimos,  deseamos la mejor de las fortunas, pediríamos, entretanto, no abandonar las cosas pequeñas; primero, porque son piedras angulares de las más grandes, y luego, porque a voces pregonan algunas apatía, dejadez y nulo aprecio por lo que de cierto valor tenemos, y, añadiríamos, porque siglos llevan ahí, alegrándonos la vista y dándonos plácida compañía.
            Por referirnos solo a la provincia, -que mucho más lejos podían llegar los tiros-, a nadie se nos oculta que no desde hace poco, sino desde que no hay memoria, ocupamos el vagón de cola, no en esto ni en lo otro, sino en numerosos estadios largos de enumerar. Uno más, entre tantos, nos enteramos estos días por la prensa, que, hasta en eso, en espacios verdes, parques y todo eso, lastimosamente, somos los que menos tenemos, mientras que, mira por donde, Antequera, la que tantas soberanas palizas nos viene dando, día tras día, ahora más que nunca, en el arte de conseguir logros de los que sentirse orgullosos, es la primera.
            Lamento tras lamento, porque dada la escasez de zonas verdes de las que disfrutamos, (¿por qué crearlas? ¿qué sentido levantarlas en lugares que las pedían a gritos, pudiendo alzar espigados edificios, que son los que dan dinero?) lo menos que deberíamos hacer es cuidar nuestra Alameda, a la que no paramos de dar dentelladas, afear y apalear con todo tipo de eventos, con destrozos que ahí quedan sus huellas, los autorizados, y los que no lo son de salvajes, a los que mejor se les podría poner freno con una vigilancia generalizada, que hasta ahora, que sepamos, no existe. Penosa para un lugar con tanto turismo, y más, desde luego, para los rondeños, la fealdad ya de comienzo de esa entrada principal de nuestra Alameda, luciendo como  pedestre puente hacia su interior, desde hace incontables meses, ese montículo acementado y lleno de cicatrices, que por su fealdad, es todo un poema con profusión de ripios.
            Cosas pequeñas que no nos sobran, sino que echamos en falta. ¿Desde cuándo está sin un brazo, manca, la espléndida, hermosa, farola  de la plaza de Carmen Abela? Si fue la naturaleza la que la cercenó, el restaurarla no creemos sea labor de esta… En fin, aboguemos también, puesto a pedir cosas nimias, que perdidas aceras, como la que trascurre desde la iglesia del Socorro hasta la calle de la Bola, no se pierdan para los que andamos de aquí para allá, entre otras cosas porque para eso se pensaron.

RONDA SEMANAL HOY
           

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