lunes, 21 de enero de 2019




Los trabajos serranos de Miguel de Cervantes


            Nimbado con sus méritos literarios, cuesta a veces creer que Cervantes, aparte de su vida de genial escritor, tuviera, sin aparente relación con esta, otra menos conocida, llena de penurias y desilusiones, como cualquier humano. Y es que su obra como escritor, y sobre todo ese monumento para entender con una única lectura, sin buscar más, el vecino mundo de reír y llorar, conociéndolo de su mano, que es Don Quijote, de tal modo idealiza la figura de Cervantes, que solo la retratamos en nuestra mente como urdidor de un mágico friso de sueños e imperecederas historias, olvidando la más material y real.
            No hace falta decir, sin embargo,  lo azarosa y compleja que fue la última, de lo más agitada, aventurera y sufrida, con cientos de peripecias y destinos, de aquí y allá, donde le llevaba su sino, coadyuvando de paso, con miles de ideas y de mimbres, a la creación de su novela cumbre, ese resplandeciente cesto sin fondo en el que todo bulle y emociona, en el que todo cobra sentido sin, al parecer, pretenderlo.
            En esa batalla interior entre comer y escribir, y en su deseo de, al menos, poder compaginar ambas actividades se inscribe por su mayor biógrafo hasta hoy, Astrana Marín, el empeño de Cervantes por encontrar un empleo de cierta autonomía y bien remunerado, sin la molesta cercanía de superiores y con tiempo libre par escribir o ir dando forma a sus proyectos literarios. Acogiéndose a amigos influyentes, un día de agosto de 1594, cree Cervantes encontrar si no el empleo ideal sí un buen sustituto, cuando es nombrado comisario o encargado de cobrar impuestos de tercias y alcabalas, que tenía pendientes de ingresar las arcas reales en el reino de Granada. Obligado quedaba, en el ejercicio de su oficio Cervantes a recaudar lo adeudado en el plazo de 50 días, cubriendo ocho leguas, al menos, en cada uno de ellos, o unos cuarenta y cuatro kilómetros, sin que se contara en ese período los obligados viajes a la Corte a rendir cuenta al Rey. Las  partidas eran siete, correspondientes a ese número de zonas de Andalucía. De un total adeudado a las arcas reales de 2.459.989 maravedíes, entre ellas la de 454.824 maravedíes correspondientes de las tercias de las tierras de Ronda.
            En noviembre, la deuda general estaba cobrada, siendo la de Ronda la única en la que todavía estaban pendientes de cobro 24.975 maravedíes, que según el escribano de Felipe II en Ronda, Sebastián de Montalbán, se debía a un error de la contaduría real, que pretendía cobrar más de lo debido. En cualquier caso, mientras se aclaraba el desfase o no, como cumplido estaba el plazo, de pedir hubo Cervantes al Rey una ampliación de este, que le concedió 21 días más de estancias en nuestras tierras. No obstante, Cervantes, con la salud debilitada, en esta última etapa dejaría en manos de su ayudante Nicolás Benito la tarea de recaudar lo reclamado; decisión que lamentaría pues el asunto llegará a enredarse de tal maneras como para darles inesperados quebraderos de cabeza y poner la Hacienda Real en duda la efectividad de su nombramiento como recaudador.
            Es cuando menos digno de comentario, el destino que se la daba a la provisión de trigo de las tierras de Ronda y de las poblaciones que comprendía, con los impuestos reales dichos, que no era otro que el de harina para fabricar bizcochos, uno de los alimentos esenciales, además de garbanzos, habas y queso, para los marineros y soldados de las galeras en sus viajes a América y a otras colonias, de las numerosas que España tenía en la época. Que la más importante fabricante de bizcochos, y también receptora de estas cosechas fuera una sevillana, Magdalena Enríquez, casada, de más saberes que los de hornear pan y galletas, pues, algo raro en una mujer entonces, sabía leer, escribir y echar cuentas, ha dado que hablar a sus biógrafos.  Normal era que Cervantes con ella se entendiera para asuntos relacionados con su actividad de recaudador y el destino que se le daba a las mieses; pero, parece que, igualmente,  otros menos sólitos y  lícitos entraron en el mercantil intercambio en juego, añadiendo nuevas páginas al capítulo de la vida amorosa del preclaro genio.

En el Diario Sur de hoy día 21





             
            
            

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