jueves, 25 de diciembre de 2014

UN VASTO PIÉLAGO DE FELICIDAD



        Habituados al tráfago y bullicio de otras fechas, incluso las festivas, resulta algo insólito contemplar a media mañana, como hacemos ahora, con un sol invernal de leyenda, las calles sin caminantes y los múltiples caminos de la ciudad, los que a todos lados otros días llevan, sin sentido,  ruidos, sin murmullos de voces ni deslizar de pasos. Se diría que, enclaustrados en casa, ahítos del chaparrón de buenos propósitos, de sueños de una paz duradera, tan ansiada como utópica, que nos cayeron en las últimas horas, las estamos, algo escépticos, digiriendo en la medida de nuestra credulidad, de nuestras particulares esperanzas de que alguna vez lleguen a ser realidad.
              Para que no se diga, brindemos también desde nuestros corazones, uniéndonos a los que por más vastos y esperanzados piélagos navegan, clamando porque además de ese, inefable, sincero   coro de voces  que hoy claman por una transitoria felicidad, halle una senda interminable, eterna, universal, que a todos alcance.


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