martes, 21 de octubre de 2014

ALAMEDA AL TAJO


      A esta Alameda de nombre del Tajo, con más propiedad debería llamársele Alameda al Tajo, porque aún considerando que sea propiedad del abismo, más que eso diríamos que pretende ser; mucho más, puesto que a él con impecable derechura y decisión se dirige, y en él se intenta precipitar. Y eso haría si ese muro, pardo y horadado por los años, y esa fila de miradores de hierro forjado no se lo impidieran. Y si no lo consigue es como si lo hiciera, ya que no existen murallas ni obstáculos que a la vista hurten esa visión honda e ilimitada que no halla más impedimentos que una danza de montañas en que la vista se sumerge, tras un éxtasis de luz y calma, y ahíta reposa.
       Con una brisa que no alcanza a ser viento, pero que tampoco para, hasta estos árboles que a los cielos tapan con sus frondosas copas, parecen bogar sin hartura camino del mismo inmaculado horizonte que su ancho suelo. Para más similitud, es un rodar de olas y de imperceptibles mareas las que van y vienen entre sus ramas y apretadas hojas, ya éstas, en indeciso y timorato tránsito de verdores que huyen hacia un mundo de colores y revuelos.

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario