lunes, 18 de agosto de 2014

INTRUSOS EN EL HOGAR.



      Cuando tantos ingenios mecánicos no surcaban aún los cielos prediciendo certeros los cambios atmosféricos por llegar, la sabiduría popular, de antiguo, vaticinaba que lo peor del estío, sus ardores y brasas, tenían lugar con regularidad  entre 15 y 15, de julio y agosto.
      Algún crédito, desde luego nos merece tal predicción, aunque sólo sea por el lógico avance de los días, rodando imperturbables, ancestralmente, hacia otros más atemperados predios; y lo estamos comprobando hoy, en que el verano parece comenzar a recoger velas y que una templanza que puede que no sea definitiva, pero sí reveladora, arroja adormecedora agua a una hoguera en proceso de extinción. Y es que transporta en su seno este poniente revoltoso que hoy trota sin freno, avasallador por nuestras calles, como un preludio de esa mudanza que espera a la vuelta de la esquina.
      En el mismo ejercicio de buscar un resquicio por donde colarse, debía andar, sin morada, o huyendo de algún ignoto depredador, ese abejorro que ha hecho casa de la nuestra y al que no hay manera de devolver a su lugar natural, que entendemos son los ilimitados espacios del mundo que ahí se asoma, lleno de verdor, aire y luz; pero no siempre el mundo es tan prometedor como imaginamos, y aquí anda esta pizca de negrura alada curioseándolo todo con ánimo conquistador, sin dejar de ronronear, como gato colmado de caricias y mimos, hasta que quiera, ya que poco daño hace, y eso es lo que importa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario