lunes, 14 de octubre de 2013

AMODORRADO AMANECER



     No brincando entre gozosos añiles y carmines, como debiera, despierta la mañana, mas amodorrada, flotando en una parda nada de indecibles veleidades. Me dices, Zaide, que tu espíritu tampoco halla el sosiego que esperabas, y no sabes si culpar de ello a esa desabrida luz de un amanecer que no lo es, sino ruin noche.
   Tu zozobra entiendo, porque de humana ansiedad se trata de la que pocos se libran. Peregrino es, sin embargo, que pretendas que a tu mismo ritmo se mueva el orbe; que todos estén tristes cuando tú lo estás; o que chicos y grandes salten alborozados, cuando la dicha a tí te gana. Ni a diestra ni a siniestra dirijas la mirada. Horas infames y horas placenteras te ofrecerá sin tasa tu existencia: sobrelleva con infinita paciencia las unas;  disfruta hasta donde te esté permitido de las otras. Páginas son del grandioso libro de la vida que detenidamente habrás de leer para no hundirte en un océano de perennes inquietudes.    

     

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