martes, 15 de marzo de 2011

SAN FRANCISCO, OTRO TEMPLO QUE SE NOS DERRUMBA.

                                                                                  
    Todavía a San Francisco, los viejos, y casi me atrevería a decir los jóvenes, lo seguimos llamando "el Barrio"; con escasa propiedad, desde luego, porque lo cierto es que ya hace años que perdió su exclusividad de barriada única y que otras varias han surgido en el horizonte urbano rondeño. Pero al mismo tiempo que perdía paulatinamente su condición privilegiada de hijo único, San Francisco hacía patente, también, una mudanza a la que tampoco escapaba, ganando largura y densidad sus calles y surgiendo algunas nuevas hasta duplicar o triplicar el número de viviendas y de residentes.
   Es algo que cuesta adivinar contemplando el conjunto desde la Puerta de Almocábar o desde la plaza, porque todo -salvo la destrucción manifiesta de Nuestra Señora de Gracia- está como hace años, con su aire pueblerino, sus piedras y enrejados cierros disputando al transeúnte el dominio de  las aceras. Una recreo para la vista.
   Para cerciorarnos de su expansión más reciente es necesario andar un buen trecho y acercarse al Convento de San Francisco. Lo que antes era un bastión solitario señalando los límites entre ciudad y campo, forma parte integrante hoy en día de la barriada y de su avance. No supone un grave problema para el Convento esta progresión que en cualquier caso se veía inevitable. Sí lo es las voces que nos alertan de que su iglesia, gótico-mudéjar, una desconocida para gran parte de los rondeños, ya destrozada en dos Guerras, la de los franceses y la nuestra Civil, ha perdido parte de su artesonado y en próximo envite perderá el resto y nos atrevemos a suponer que no será el único peligro que se cierne sobre ella. Lo triste del caso, es que no son patrones, al menos de palabra, los que le faltan al Convento: Obispado, Ayuntamiento y Unicaja. Otra cosa son valedores de hecho.

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