martes, 31 de enero de 2012

LA OTRA RUTA DE LA PLATA


     Nunca, parece, cualquiera que sea lo que sugiera el nombre, fue la conocida en la antigüedad como Vía de la Plata, una ruta por la que hombres y animales transportaran a manos llenas el reluciente metal, y sí una calzada, o camino empedrado romano, que, sin interrupción, unía una parte extensa de Iberia, desde Sevilla a Gijón.
     En los tiempos que corren, esos tan borrascosos en los que penamos sabe Dios qué añejas culpas, sí que con toda propiedad podríamos designar como Vía de la Plata a la que está anudando a lo largo y ancho de la geografía hispana las calles de todas las ciudades, con el común denominador de comercios que, a docenas, compran plata. La doméstica plata de nuestras bandejas, cubiertos o marcos con fotos conmemorativas. Esos u otros comercios, ya se llevaron antes el pequeño y nimio tesoro de nuestros anillos, medallas o pendientes de oro, de pocos quilates. En un peldaño menos, dispongámonos ahora a desprendernos de su hermana menor, menos vistosa, menos valiosa, pero más expuesta y hogareña.

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