jueves, 22 de diciembre de 2011

EL AZAROSO BOMBO DE LA FORTUNA DE LA VIDA

                                                               
          En esta plácida mañana de sol acogedor, todas las miradas de los que se fían de los juegos de azar están pendientes de los premios que reparte el sorteo de la lotería navideña, de rancia tradición. No habrá nadie que desde hace una montaña de años no tenga metidas en sus oídos las voces de los niños que, una vez y otra, repetían sin pausa, primero a través de la radio y más tarde de la televisión los premios que iban saliendo. Momentánea ilusión para la mayoría de nosotros, ya que enseguida comprobábamos lo inútil de nuestros fallidos deseos.
          Los mismos años, a los que no somos jugadores empedernidos, nos van haciendo recapacitar en la idea de que la mayor repartidora de suerte es la vida, que a unos da muchos y a otros tan poco. Podemos considerarnos muy afortunados los que sin grandes caudales, ni ganas de amasarlos, podemos decir: nos han tocado unos buenos padres, una buena esposa,  unos buenos hijos, unos buenos hermanos; nuestra salud no va a peor, para comer tenemos, la vida nos ha favorecido hasta ahora; que los dioses sigan a nuestro lado...  
         

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