No está siendo este febrero muy leal a su fama, ya que de demente, hasta ahora, ha tenido bien poco. Más bien, se ha aferrado con tozudez a su carácter de invernal, sumiéndonos en una atmósfera en lo que ha privado ha sido el frío, la lluvia y los vientos desmadrados. Sí, como todos los años, en esta semana que termina, publicidad en escaparates, televisión y prensa, se encargaron de avisarnos del día de San Valentín, el de los enamorados. Una fiesta que nunca ha sido hispana, que fue, quizás, el primer adalid que nos envió la colonización americana, la misma que está matando a la mayoría de nuestras tradiciones y que acabará con las pocas que nos quedan.
Como ejemplo de esa letal conquista que emprendió América hace algunos años, estas Navidades buscamos deseperadamente, en una búsqueda en la que impliqué a hijos y amigos, en Madrid y Sevilla,
(ya lo habíamos intentado nosotros en Ronda) encontrar una estampa, una imagen de los Reyes Magos, grande o pequeña, un almanaque, algo. El fracaso fue manifiesto: no existían más que los llamados Papá Noel. A grandes pasos, no tardará en merendarse el Halloween, por mucho que se celebre en la vìspera del día de los Santos, a nuestro Carnaval. Tiempo al tiempo.
Aparte de no ser una fiesta española, en las tiendas de regalos rondeñas, al igual, me imagino, que en las de otras ciudades, sólo hemos visto el LOVE de la lengua inglesa, en grandes cantidades, colores y tamaños, impulsado, además, el latrocinio a nuestro sonoro e inefable AMOR, por esa gigantesca correa transmisora de fabricación china, que sólo entiende de negocios y no de idiomas.
A la colonización de los americanos, tocándonos la fibra sentimental para la compra loca en determinadas fiestas instituidas por ellos, igualmente hay que culpar de no dejarnos ni siquiera la elección de amar a los que nos aman, novias, esposas, padres, hijos o hermanos, cuando queramos o nos apetezca: para esos están sus días, los que nos obligan a seguir como borreguitos.
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