Violeta es una cualidad y un atardecer, una flor y una ilusión, un aleteo de cromados versos. Violeta es el nombre de la colección de poesía que edita desde hace algún tiempo el Colectivo Giner de los Ríos. Sus cuadernos con el sutil brochazo de ese sosegado color, son íntimos, recogidos, ligeros, intemporales, que podrían pertenecer a cualquier época o país, como metáfora de su continente y contenido, de lo que la poesía significa en todas partes y de un formato y gusto que no ha perdido vigor con el paso del tiempo.
Pero el librito, cualquiera de sus nueve números, es más que eso, bastante más: es la respuesta callada, el abanderado de una de las actividades más querida de ese grupo de entusiastas, que, desde el mundo de la cultura serrana, a veces con proyección universal, con un ardor digno del mayor encomio nos viene dejando, año tras año, con una regularidad impecable, el testimonio material de lo que puede obtener un esfuerzo común alejado de lucro, un sueño de todos. Porque el Colectivo es, por antonomasia, eso: una explosión de voluntades, de nombres, Manolo, Ani, Beli, Blanca, Diego o José Andrés, por ejemplo, no todos, unos en la sombra y otros dando la cara, remando al unísono en un proyecto que, salvando numerosos escollos, ya ha cumplido treinta años, una vida, y en ella el fruto maduro de un centenar de publicaciones, dando cabida a trabajos de todo tipo y autores, con especial dedicación a los de los pueblos que nos rodean, a los de la Serranía.
Hoy que tan reacios somos al elogio, a reconocer valores, a apreciar lo bueno que hacen otros, a limitarnos, si decimos algo, al manido "interesante", como si el término, tan vago, fuera el culmen de nuestro idioma, quiero dejar aquí, mi aplauso ferviente, mi ilimitado asombro por una labor que yo si que reconozco y admiro.