Agota el mes sus postreras horas. La honda saca del tiempo ido, el que no tiene posible retorno, le está aguardando impasible. Tan dispares son los dones o penalidades que a manos llena repartió marzo, que unos lloraran su pérdida con amargas lágrimas, como si de un buen camarada se tratara; a otros, en cambio, los que castigó con adverso sino durante su mandato, suspiros de alivio darán, esperanzados, pensando que algo de buena fortuna o de mejora vendrá con el entrante mes. Es la vida, un libro con capítulos bien definidos, unos hablan de paz, sonrisas, alegrías; otros, a veces los más, de penurias, dolores, llantos y desalientos. Lo que sensatamente podríamos pedir, es que, al menos, en nuestra azarosa existencia haya compensación entre unos capítulos y otros; que no todo sea amargura, desesperanza, eterna desilusión.
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