En tan encumbrados edenes de líricas sensaciones hemos situado los poetas y los aprendices de serlo a la primavera que, cuando llega envuelta en hoscos temporales y cielos adversos, da apuros anunciar su irrupción, por mucho que estas aguas redunden, precisamente, en favor de un lucimiento mayor de todo lo que esperamos de ella: floridos campos, canoras aves, ruborosas brisas danzando jubilosas por doquier, amenas florestas y, por ende, que un mínimo de esa beatífica atmósfera, acaricie y mime nuestro ánimo, un tanto apagado por recientes borrascas del espíritu de las que nunca a nadie faltan.
Digamos, pues, no demasiado sonoramente, no sea se nos postergue o que nunca aparezca, muy quedo, pero convencidos de su importancia para el devenir de cuanto existe: ¡aunque algo te demoraste, bienvenida seas, dulce, galana, gaya primavera!
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