No es que antes todo fueran indecisiones y nublados, como severos acólitos de un reino de desasosiegos, que cada transcurrir tiene su cenit y se trata sólo de descubrirlo; pero con abril se abre con ganas el año a más seguros y mayores empeños, de luminarias, sonidos, vistosidad y firmezas. Y cabe decir sin temor a engaño, que es ahora la luz, casi cegadora ya, vasta, persistente, entrometida, abusan y curiosa la que se adueña sin remedio de un escenario en el que nada es lo que era, porque si pasaron, marchitándose, a mejor vida, las flores de los almendros y de las mimosas, le han nacido cientos de otras, de indescriptibles texturas y colores, a un suelo que ha hecho acopio con las últimas lluvias y correr de los hontanares, de un mar de fecundidad, de frondosa vida nueva y es algo que toda la naturaleza proclama y muestra con un canto de infinitos arpegios, destellos y brillos.
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