Como tocados por mano de dioses, se han transformado los campos en una prodigiosa y multicolor alfombra de flores y brotes que aspiran a serlo; pero es que no son solo los suelos alejados de la ciudad donde asoman a sus anchas, como parte de un soñado paraíso, todo el floral esplendor de la estación, porque con similar vistosidad y fuerza en los urbanos, sorprende que, en tejados, en resquicios de muros y en los lugares más insólitos, sin cuido alguno, hayan estallado, abriéndose a la mirada, otros miles de ramilletes con sus correspondientes florecitas. Deseable sería que de ese revivir de la naturaleza un poco nos llegara a nosotros, en forma de ilusión,al menos. ya que tampoco podemos pedir peras al olmo. Quedémonos, entretanto, con esta tierna rosa, la más amada de poetas y trovadores, que es además, la primera que regala la primavera a nuestra calle.
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