Con todo esplendor se despide abril, dentro de un renacer que ya no es presentimiento, sino sonora realidad: luces deslumbrantes, cantos de pájaros por doquier. cimbreo de ramas cargadas de flores y frutos en agraz, ni frío ni calor. Claro, eso en lo que a la naturaleza se refiere. Algo lo enturbia, por las calles, el paso cansino de ese humanoide que estamos gestando para los próximos años: de enormes grasas y traseros, bobaliconas faces, miradas gachas perdidas en los móviles, destempladas voces, con el constante saludo militar a que nos obliga su constante presencia en nuestros oídos; lo cierto es que en la era de las comunicaciones cada vez estamos más solos, más gordos y más estultos.
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