A veces, busca uno para días de reposo lugares tan apartados que, aún sin salir de Andalucía, nos encontramos con que el móvil, esa chicharra que con sus berridos inesperados no deja de darnos sobresaltos o el obsesivo ordenador, nuestro virtual almacén de datos e ideas, nuestra otra mente, no funcionan, por muchos esfuerzos que pongamos en el empeño, cambiando de sitio o esperando un milagro tecnológico, pero estos, como todos, son de difícil acaecer.
Al final, resignados, lamentamos, sobre todo, el haber cargado con ingenios que de momento resultan trastos inservibles y pesados en el caso del portátil; que sí que lo es, pero que a la hora de transportarlo no es liviano; y, asimismo, sopesamos las ventajas que de ello se derivan: volver a antiguos tiempos en los que los transmisores de nuestros pensamientos eran materiales estáticos, más en desuso ahora cada vez, como el simple papel y el lápiz o el bolígrafo, que ni necesitaban de enchufes, servidores, compañías, tarjetas, o velocidades de transmisión, todas gravosas tanto individual como unidas en su fin común de amargarnos la existencia.
Y lo sentimos, cómo no, por los fieles seguidores de nuestras humildes monsergas y comentarios, aquellos que, muchos o pocos, nos dan ánimos para expresarnos, no sabemos si acertada, aunque, desde luego, sinceramente. Mil perdones, y desde hoy seguimos, dándole algo más de continuidad a este blog, que temas ni voluntad para sacarlos a la luz nunca faltan.
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