sábado, 30 de julio de 2011

CONCIERTO PARA UN SUEÑO IMPOSIBLE

                                                                       
          Una música creadora debió alumbrar el comienzo del mundo. Otra música, que no deja de sonar, de múltiples maneras y en incontables lugares del universo, ha de mantener en pie a nuestro planeta para que no se derrumbe. Ninguna de las artes llega antes que ella al sentimiento, al corazón, al alma de los humanos. Hay un mundo, diríamos, recorrido por la música, que es el de la paz, la concordia y otro en el que se echa de menos ese elemento espiritual que es la música.
          A este último mundo, de constantes altercados, de muerte y destrucción es al que pretende con la música como embajadora sentimental llegar Barenboim y cambiarlo. ¿Quimera de un soñador impenitente? Muy posible. Pero, entretanto, hasta su muerte, él seguirá batuta al aire, en cercanos o remotos escenarios, haciendo oír su melodioso e interminable mensaje, con su orquesta, en la que  no vibra más que los instrumentos alados de una concurrencia  de jóvenes artistas que, cualquiera que sea su nacionalidad, apuestan por la utopía de un mundo sin luchas.
          A Barenboim, el que con su varita quiere cambiar el curso del mundo, a la Maestranza y a todos los que lo han hecho posible, no cabe más que darle las gracias porque esta noche, en el ruedo de la Plaza de Toros de Ronda, vamos a sentirnos un poco portavoces de esa melodía arrebatadora que, en la paz, quiere englobar en uno al pobre y dividido mundo actual.


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