viernes, 15 de julio de 2011

BIENES PROTEGIDOS QUE SÓLO A BOBOS ENGAÑAN

          Las fotos antiguas se miran con mucho de nostalgia y un punto de amargura. En ocasiones, porque nos traen gratos recuerdos de momentos felices; otras, porque, por un instante, nos permiten ver cómo fueron  amigos o familiares ya desaparecidos y, siempre, porque son latidos de vidas robados a la eternidad. Cuando se tratan de las más alejadas en el tiempo, nos hablan de lo que perdimos en salud, juventud o prestancia.
          Las fotos desvaídas de las ciudades o monumentos de hace cincuenta, cien, doscientos años se contemplan con distinto ánimo, que en las que aparecen personas o seres queridos.  Nos alegramos de que calles, plazas, parajes y monumentos sigan estando ahí, cobijándonos como ayer, soportando nuestras  pisadas, como soportaron las de otros, sus gozos y desengaños, como los nuestros.
          Pero no siempre suele estar ahí todo eso, como estaba queremos decir. De las fotos que más penas dan son las captadas de nuestro abismo, del Tajo. De las comparaciones entre fotos de ayer y hoy, resulta un mundo de cambios, de degradación, de suciedad, de alteraciones que son agresiones, a su virginidad, a su encanto. Lo que tanto temíamos ya está a la vuelta de la esquina: la construcción de viviendas en la cornisa del Tajo. No importa el número, porque si ahora son una, diez, veinte, las que se construyen, dentro de nada serán cientos.  Y si un hotel, a poco habrá diez. Y lo que es peor: el proyecto se aprueba con la anuencia de todos.
          Y lo más digno de estudio es que el paraje del Tajo, es un bien protegido. ¿Cómo serán los que no cuentan con protección? Más bien diríamos que, fuera de eufemismos que a nadie engañan, protegidos y no protegidos son la misma cosa, la misma miseria.
         


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