jueves, 28 de agosto de 2014

MODERNOS ORÁCULOS


     Ánimo esforzado y un estoicismo a toda prueba debían necesitarse para hacer acto de presencia ante los oráculos de la antigüedad, con el de Delfos como supremo juez; y no menos ingenio para, fuera cual fuera su dictamen, procurarle su lado más conveniente y, con algo de astucia y de taimado esoterismo, que los dioses remaran en tu favor.
       Con más miedo que estoicismo, se presenta uno hoy en día en la consulta del galeno, pregonero de los extravíos de nuestro cuerpo, notario infalible, con probetas,  ensayos sanguíneos y placas que sin lugar a error lo certifican, no como en pretéritos tiempos en que cabían otras prácticas. Intocable, pues, el doctoral juicio que, en dos concisas frases, puede abrir a nuestro destino las puertas de una enfermedad que nos come, con mínimos remedios; o bien, si el cielo nos sigue protegiendo, las de un precario reino donde el común de los mortales, con más o menos fortuna, con más o menos aliento y ánimo, con más o menos pesimismo y esperanza en el futuro,  todos andamos.

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