Es el aura redentora en la debacle ígnea del estío. Es la paz sin costuras que cercena el agobio de una contienda de sistemáticas e infames derrotas del cuerpo. Es una parada luminosa en la posada del más allá para batir a las pisadas más cavernosas del día. Es un anárquico reposo a deshora para ganar la nada del paraíso del sosiego. Es el pan y la sal del verano de los pobres y de los ricos ociosos. Es la profanación de todo arduo quehacer. Es la puñalada por la espalda a la sólita tiranía de los minuteros y secundemos. Es el no vivir para revivir y ser alguien después. Es la despensa del organismo en horas bajas. La negatividad cargando de energía las desmayadas pilas de la exhausta naturaleza, harta de dar siempre la cara a todo lo que le llega. Es el alfa y el omega contra el desamparo de todos los agosto de la existencia, del mundo. Es la añorada siesta, pudorosa pócima, infalible jarabe de fácil ingestión y menos armas, demorando penas, abatiendo murallas en jocunda lid contra las penas con que no va martirizando, un día sí y otro también, un rato sí y otro también, sin piedad, la vida.
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