viernes, 29 de agosto de 2014

CUATRO PALMOS DE TIERRA



     Cuatro palmos de tierra, Zaide, no más grande que tu casa, te servirán para hacer valer el principio inamovible de que no son tantas las cosas que se necesitan para vivir sin apuros. Si de las semillas que sembraste, de los frutos y productos que resulten pretendes alimentarte, huyendo de perniciosos mercaderes, de sus zalemas y tretas, te digo que como el más sabio de los sabios obras; que los hondos surcos de tu huerta, como trazados por tí en la gleba, te han de parecer cuando verdeen, senderos que a la misma gloria conducen; y en agraz o ya maduros, pocas cosas serán comparables a la de ver cómo se han hecho grandes y fructificado, hijos de tu voluntad y destreza, lo que con tanto afán y sudor cultivaste y cuidaste. Siempre, más ventajoso será vendimiar lo propio que lo ajeno, y, más que nada, saber a ciencia cierta que sólo tú, para que crecieran más saludables y sabrosos sus frutos, abonaste y trabajaste con empecinada ilusión la tierra. Si te empeñas, no habrá furor de los cielos, que con tu amor a lo que otros abandonan y es en tí preciosa y ancestral doctrina, ni con tu huerta pueda.


jueves, 28 de agosto de 2014

MODERNOS ORÁCULOS


     Ánimo esforzado y un estoicismo a toda prueba debían necesitarse para hacer acto de presencia ante los oráculos de la antigüedad, con el de Delfos como supremo juez; y no menos ingenio para, fuera cual fuera su dictamen, procurarle su lado más conveniente y, con algo de astucia y de taimado esoterismo, que los dioses remaran en tu favor.
       Con más miedo que estoicismo, se presenta uno hoy en día en la consulta del galeno, pregonero de los extravíos de nuestro cuerpo, notario infalible, con probetas,  ensayos sanguíneos y placas que sin lugar a error lo certifican, no como en pretéritos tiempos en que cabían otras prácticas. Intocable, pues, el doctoral juicio que, en dos concisas frases, puede abrir a nuestro destino las puertas de una enfermedad que nos come, con mínimos remedios; o bien, si el cielo nos sigue protegiendo, las de un precario reino donde el común de los mortales, con más o menos fortuna, con más o menos aliento y ánimo, con más o menos pesimismo y esperanza en el futuro,  todos andamos.

martes, 26 de agosto de 2014

REMIENDOS PARA EL ESPÍRITU


     No es nuestra alma, espíritu o llama incandescente que nos alienta, algo, Zaide, que no necesite remiendos. En el proceloso golfo de infinitas tormentas que es nuestra existencia, cada embate, cada tempestad, el superarla y domeñarla, cuesta una herida, y cada brecha una sutura. Profesional por añadidura, muy hábil, tú o de quien te valgas, ha de ser el zurcidor para que la huella, que sin remisión ha de persistir, quede no extinguida, que eso no será posible, sino en dilatada calma.
     Para cuando metafísicos apósitos resulten de nula utilidad en el luengo proceso cicatrizador de penas y congojas de obstinado asiento, más te valdrá, amigo, no obcecarte una y otra vez en ahondar en ellas, porque nada ganarás en el envite y el trabajoso ejercicio te recomerá por dentro hasta hacer manar sangre de nuevo. Mucho mejor sería, estimo,  dejar que el tiempo, sin prisas, que para esto no las tiene, esparza sus sedantes remedios, aunque te digo, también,  que habrás de tener en cuenta que ni siquiera él es ese taumaturgo de deslumbrantes prodigios, que todos proclaman.

 

domingo, 24 de agosto de 2014

RELIGIOSA PAZ PARA EL ARDOR DEL VERANO



    En el ardor del verano, más solitaria y acogedora que nunca se ofrece esta plaza de la ciudad, con tantos conventos y templos en su reducido ámbito como blancas viviendas guarda. Cada cierto tiempo, le adormecen a uno rumores de campanas, grandes y pequeñas, que sin alterar la gravedad y el silencio establecido, disputan comprobando la sonoridad y agudeza de sus metálicas voces. Rezuma paz, por doquier, el lugar, y más aún uno muy especial, abocado a un extremo del rectángulo de penumbras, verdor y luces que es la plaza: el Convento de las monjas Clarisas, con su jugosa mezcla de retiro secular que no cesa de proclamar su airosa torre, con algo de vigía y de afirmación de su identidad al caminante que la busca. Su entrada, nada más cruzar la sobria cancela, se diría que no es sino la de una vivienda andaluza más, de las muchas que con idéntica estructura adornaron con profusión, hoy ya menos, todo esta encumbrada meseta y a su laberinto de callejuelas, no menos complicado que en el que reinaba el mítico minotauro. Cuelgan flores tantas, gateando por los muros en un espacio tan parco, que se diría que en aquéllos tienen su raíces y no en las abundantes macetas que pueblan el suelo, pero a las que las flores y tallos no dejan ver.
      Es día festivo. Siete u ocho personas asisten a la misa. Sin ser muchas, hay más monjas tras las rejas en las que se alza el altar que feligreses. En un atmósfera de otras épocas, de enclaustramiento y retiro que señalan profusas rejas, arriba y abajo, y el contraste de diminutas puertas de trabajosa salida, transcurre la misa. Al fondo, en una ventana inalcanzable, la visión tenue del mundo, al que, en penumbras  señala la blancura de un patio y las encumbradas ramas de un árbol. En el acogedor silencio, son un murmullo apenas audible las plegarias del cura y gloria pura las voces de las profesas que piden sin desmayo por las múltiples cosas que hay que pedir. En esta paz intemporal casi se espera, como hace años, la rima deslumbrante de algún poeta, de algún lírico viajero, de algún seducido Rilke, inmortalizando la escena.

jueves, 21 de agosto de 2014

EL BUEN ÁNIMO Y EL VERANO



     Zaide, para surcar con algo de abrigo interior y sin grandes despilfarros ni desplazamientos los escollos del verano, deberían bastarnos cosas tan simples y sobrias como una jarra de agua helada, bien pura, de un hontanar de la tierra, para que todo quede en casa estando en ella; y de ésta, una habitación, no muy grande donde reposar sin inquietudes, con sol y sombra a la que acudir según la marcha del día y las mudanzas caprichosas del tiempo; y, desde luego, como confidente y perenne compañero de nuestro viaje por la vida, ese buen ánimo que, cuando quiere, a nuestra vera se sienta. Y si penoso fuera que agua o refugio nos faltara,  más tragedia nos advendría si el sosegado ánimo, ese divino aliento  que más que nada nos sustenta, nos dijera adiós, que fatal abandono sería.

lunes, 18 de agosto de 2014

INTRUSOS EN EL HOGAR.



      Cuando tantos ingenios mecánicos no surcaban aún los cielos prediciendo certeros los cambios atmosféricos por llegar, la sabiduría popular, de antiguo, vaticinaba que lo peor del estío, sus ardores y brasas, tenían lugar con regularidad  entre 15 y 15, de julio y agosto.
      Algún crédito, desde luego nos merece tal predicción, aunque sólo sea por el lógico avance de los días, rodando imperturbables, ancestralmente, hacia otros más atemperados predios; y lo estamos comprobando hoy, en que el verano parece comenzar a recoger velas y que una templanza que puede que no sea definitiva, pero sí reveladora, arroja adormecedora agua a una hoguera en proceso de extinción. Y es que transporta en su seno este poniente revoltoso que hoy trota sin freno, avasallador por nuestras calles, como un preludio de esa mudanza que espera a la vuelta de la esquina.
      En el mismo ejercicio de buscar un resquicio por donde colarse, debía andar, sin morada, o huyendo de algún ignoto depredador, ese abejorro que ha hecho casa de la nuestra y al que no hay manera de devolver a su lugar natural, que entendemos son los ilimitados espacios del mundo que ahí se asoma, lleno de verdor, aire y luz; pero no siempre el mundo es tan prometedor como imaginamos, y aquí anda esta pizca de negrura alada curioseándolo todo con ánimo conquistador, sin dejar de ronronear, como gato colmado de caricias y mimos, hasta que quiera, ya que poco daño hace, y eso es lo que importa.


sábado, 16 de agosto de 2014

ES LA PAZ EN LA GUERRA DE LA EXISTENCIA



     Es el aura redentora en la debacle ígnea del estío. Es la paz sin costuras que cercena el agobio de una contienda de sistemáticas e infames derrotas del cuerpo. Es una parada luminosa en la posada del más allá para batir a las pisadas más cavernosas del día. Es un anárquico reposo a deshora para ganar la nada del paraíso del sosiego. Es el pan y la sal del verano de los pobres y de los ricos ociosos. Es la profanación de todo arduo quehacer. Es la puñalada por la espalda a la sólita tiranía de los minuteros y secundemos. Es el no vivir para revivir y ser alguien después. Es la despensa del organismo en horas bajas. La negatividad cargando de energía las desmayadas pilas de la exhausta naturaleza, harta de dar siempre la cara a todo lo que le llega. Es el alfa y el omega contra el desamparo de todos los agosto de la existencia, del mundo. Es la añorada siesta, pudorosa pócima, infalible jarabe de fácil ingestión y menos armas, demorando penas, abatiendo murallas en jocunda lid contra las penas con que no va martirizando, un día sí y otro también, un rato sí y otro también, sin piedad, la vida.

miércoles, 13 de agosto de 2014

FUNCIONES A POCO PRECIO PARA SOBRELLEVAR LOS AGOBIOS DEL VERANO



      Ajusta las tuercas de sus agobios agosto, y es lo razonable porque de no ser así algo andaría torcido en la maquinaria precisa e infalible del tiempo, que, salvo minucias, no ha de mudar en su esencia, ni se sujeta a humanos mandatos, con los frecuentes estropicios que estos provocarían. De lo que no se le puede culpar al verano, al igual que a ninguna estación hermana, es de no ofrecernos, magnánima, espectáculos soberanos que, si hubiéramos de pagar entradas por ellos no habría con qué hacerlo y nos daríamos palos por contemplarlos. Que, como todo lo que proviene de la madre naturaleza, excluya cualquier tributo pecuario, tendría que ser  un valor añadido que nos hiciera apreciar más lo que tan graciosamente se nos concede.
        Ni repeticiones, ni las mudanzas de sus fases restan magnetismo, en lo que a uno respecta, a esa proximidad estos días de la luna a nuestro planeta, y su redondez y  blancura, como garabateada por un niño, reinando en los cielos como nunca, se observa con la fascinación de una primera vez. Y qué decir de esa lluvia de estrellas de anoche, asaeteando los cielos, surcándolos, colmándolos de piruetas y luminosos senderos, tal una llamada, una promesa de acogida cierta, de estelares cobijos para cuando por aquí no estemos



         

lunes, 11 de agosto de 2014

AQUELLOS GLORIOSOS OLVIDOS


      A pretéritas épocas habrá que remontarse para revivir aquellos años en los que nuestra ciudad era un lugar desconocido en el conocimiento de la gente -no de la extranjera desde luego-, para lo bueno y para lo malo; esto último, era sobrevivir en un equilibrio de penurias motivado por la despreocupación y falta de juicio de quien como autoridad mayor regional o nacional, la tenía a su cargo. Lo bueno, mira por donde, que nadie viniera a dar nada, pero tampoco, como ignoto punto geográfico, a quitar nada. Un olvido mayúsculo, pero que envolvía nuestros tesoros naturales en un fanal protector que es lo que nunca debería faltarle.
    Los términos han cambiado radicalmente hoy en día. Descubierto el tesoro por explotar a su manera y su fácil apropiación corrompiendo leyes, jueces, juntas, municipios o lo que haga falta, la voracidad de esta foránea curia de malversadores, por designarlos de alguna manera, no tiene fronteras ni medida, ante la pasividad, igualmente, de quienes con melifluas palabras quieren hacernos creer que la obra en cuestión, el proyecto en vías de ejecución, hará historia: una maravilla urbanística, nunca vista, la por llegar, que nos convertirá en los dueños de todo el turismo del mundo; que millones y millones de euros llenarán las arcas municipales, cuando poca duda queda de cuál será el destino de los caudales, y cuál el de ese desgraciado paraje; uno más, en una forma o en otra, en esa larga lista de destrozos, que ignominiosamente perderemos. ¿Paraje protegido? ¿Protegido de proteger, de cuidar, de defender con todo, hasta quedar sin aliento? ¡tururú, tururú! Una más de esas palabras que por aquí hace ya luengos años que ni tienen, ni nunca han tenido el más mínimo sentido, y que mucho tendrán que mudar las cosas para que la tenga, para que su ejercicio se adecue a la  acepción del diccionario y no a ese otro, de engaños y tropelías que ellos, a su malévolo capricho, manejan.     

sábado, 9 de agosto de 2014

BRISAS NOVATAS



      Estas brisas novatas de agosto en nada se hermanan con la de otros meses, y bajo una falsa apariencia de sumisión, guardan múltiples registros, tal si fueran las teclas de un instrumento en reposo. Los expertos en inocuos aires veraniegos, le suelen dar muchos nombres: brisas de poniente, del este, del norte, de levante, del oeste, asimilándolas a una procedencia fija que no es tan sencilla de pronosticar, porque a su arbitrio van y vienen y no parece nacer ni venir de parte alguna, salvo de sí mismas.
       Sin entrar en maratonianas discusiones que a nada llevan, nos gusta identificar a las que al socaire de la débil sombra que proyecta la parca fronda,  merodean por nuestro mínimo jardín: las que imprimen un pudoroso cabeceo a los jazmines, como un azorado sí de blancura; las que sólo curiosean unos ínfimos instantes y malhumoradas se marchan nada más llegar; las que ocultas en el verde rombo del laurel, saltan de hoja en hoja, agitándolas por turno y tamaño; las que se diluyen con los postreros rojos del atardecer, como toque de corneta que llama a las sombras... Toda una ciencia sin libros ni cronistas, en realidad, un juego fútil, este de nominar a las juguetonas brisas de un amodorrado agosto.



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miércoles, 6 de agosto de 2014

TÚ Y LAS MASAS



          Me confiesas, Zaide, que tu soledad halla amparo y pronto remedio, incorporándote al paso de las grandes masas, metido entre multitudes vociferantes, ruidosas, bulliciosas; que allí sientes como si la voz común fuera tu voz y su impulso, que todo lo avasalla, tu desconocida fuerza, la que te imprime fortaleza y hasta oligarca autoridad, esa que nunca antes encontrabas; que arrastrado, sin apenas esfuerzo por la informe masa, te crees alguien con el poder soberano de muchos en tus manos, como si fueras fue el amo y los otros los que te siguieran.
         Como amigo y escaldado, te aconsejaría, Zaide, que reflexionaras mucho antes de dejarte llevar por las apariencias;  que las masas susceptibles son de deshacerse con la misma rapidez que se constituyeron; que, es flor de un instante, que tan engañosa como cruel es su fortaleza y tiránica suelen ser sus decisiones, porque manejadas a capricho son por quien no forman parte de ellas. Advierte, por demás, que no siempre podrás rodearte de aquéllas, ni cobrar de su pretendida energía la tuya; que esta última sí que es, sin falsos ni pasajeros acompañamientos, la que probará la voluntad de tu ánimo y el sacrificio de tu esfuerzo.





domingo, 3 de agosto de 2014

AGOSTO QUE AGOSTA



      Bajo la cierta premisa de que, por los siglos de los siglos, ni en remotas edades, ni ahora,  hubo escondrijo, buhardilla, palatino suelo o humilde vivienda, donde el monarca de turno, con sus laureles y entorchados, no metiera las narices para trastocarlo y confundirlo todo, poco puede extrañar que un tal Octavio Augusto hasta el mismo establecido calendario llegara, y para no ser menos que otro de romana estirpe, de un plumazo pusiera su firma donde nunca estuvo y prolongara el mes hasta más allá de lo imaginado,  añadiendo soles y lunas, quitándoselos a quien de antiguo le pertenecían.
       Pero agosto, más que a ese nombre anejo a falsos dioses y fenecidas prosapias, creemos se aferra antes que nada a su agostar, una realidad que sin atarle a cambios que ya a nadie importa, le recuerda su inmarcesible destino, por estos meridionales lares, de quemar y arrasar cuanto a su paso encuentra, que en eso sí que no hay mudanzas que valgan, ni en las que, por fortuna, puedan intervenir para amoldarlas a su caprichoso aire, reyes o gobernantes.