Con sardónica risa, que no es sino amarga llantera, lee uno con cansina repetición en la prensa de cualquier color, más con ánimos de captar la atención del lector, (ese que cada día en creciente número va renunciando a su lectura), frases como "le pueden caer..." lo que no está escrito, a un famoso de los de moderno cuño, a un político, notables protagonistas de ese circo ambulante, medieval, mísero, que es la España de hoy, a los que se les acusa de haber defraudado enormes cantidades de dinero público, o de tropelías similares.
Hasta el más ignorante de los ciudadanos, de sobra sabe, que cuando entra en el escenario delictivo, y no por pequeños hurtos o delitos, personajes de tan alta alcurnia como los dichos, ese "les pueden caer" no es más que un sinónimo, -hagan lo que hagan, estafen, roben, maltraten o maten-, de "no les pueden caer" ni una hora de presidio, que para eso son alguien dentro de ese mundo sin sentido, de esa farsa interminable en el que ahora todos nos movemos, aunque unos con más desfachatez, con mayor impunidad y sangre fría que otros.
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