Entre centelleos de parpadeantes estrellas y rumores de maternales mimos se van abriendo nuestros ojos a un mundo de ignotos horizontes: a la vida. Tropiezos y asombros que mecen nanas familiares. Una de las últimas nanas, antes de encarar el mundo, nos la procura no esos cantos de bondadosa madre, sino ilusiones como esta de los Reyes, capaces de mantenerse a lo largo de un año, esperando el venidero.
Por los demás, a estas horas indecisas, también abre la mañana sus ojos al día; un día y un amanecer estancados aún en llanas y festivas praderas; pero que se dispone a emprender en breves horas cuestas que si nunca fueron buenas, se preveen de suyo, acorde con los tiempos, de insoportable altura y dureza
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