miércoles, 2 de enero de 2013

EL ENIGMA DE LA GRAN EMBESTIDA





     Entre los casos de enigmática resolución que dejó el año de gracia de 2012 -que a la larga poca tuvo-, se halla el sombrío de la gran embestida versus el pretil de nuestro Puente Nuevo. Imprescindible sería, dada las tinieblas que se ciernen sobre el nefasto suceso, un  avezado y moderno Sherlock, de probadas luces para dirigir éstas, con la prontitud que le es propia,  a la feliz aclaración del más que oscuro hecho.
   
     Aparte de infausto sacrilegio, inexplicable queda para los que contamos sólo con una mente para salir del paso, cómo y utilizando qué "cosa", descomunal en cualquiera forma, pudo la tremenda embestida mover lo que parecía inamovible por su fortaleza, que no por sus años que ya cuenta muchos. Ni el espacio, tan escueto, ni el lugar tan céntrico y frecuentado, arrojan luz alguna, más bien lo llenan aún más en densas sombras.

     Pecado más liviano, pudiera ser, el que como ciertos chismosos sugieren, algún desliz de las pesadas máquinas sumidas en la meritoria labor de limpiar a nuestro abismo de escorias, hirieran a nuestro manido pretil en lo más hondo de su pétrea anatomía, hasta hendirla como cuchara en gachas de abuela.

     Si se deshace, como parece, el entuerto, aunque quedare el suceso en el interminable pozo de lo no resuelto, y se acometen esas obras que requieren en toda su longitud un pretil y calzada, que el camino enfilan ya de los tres siglos, nos daremos, a falta de otros informes y aclaraciones, por muy satisfechos, porque sería tornar sombras y penumbras en relucientes luminarias y procurar bien de mal.   

      

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