sábado, 15 de diciembre de 2012

TRASPLANTADA BELLEZA





     Me contaba todavía sorprendido un amigo natural de nuestras tierras, la conmoción que recibió hace algún tiempo, cuando de visitando la zona costera de Estados Unidos próxima a Los Ángeles, bañada por el mar Pacífico, vio con increíble nitidez, a unos kilómetros de distancia destacarse la torre de nuestra iglesia de Santa María. Achacó a la nostalgia de su ciudad, ya que llevaba años residiendo en aquel país, la visión de onírica fantasía; mucho más puesto que lo que veían sus ojos, o su acalorada imaginación, no era una torre única, sino dos idénticas. Lo que no le cupo duda fue de que era la torre de nuestra Colegiata lo que divisaba; de que soñara o estuviera despierto no tanto.

     Ya al pie del monumento, La Casa Grande, la más loca obsesión, entre las muchas que le acompañaron en vida al magnate William Randolph Hearsrt, -el que tanto contribuyó con las falsedades, en su propia prensa, a que Estados Unidos declarara la guerra a España y que perdiéramos Cuba-, mi amigo pudo comprobar que lo que presumía ilusión de sus sentidos, no lo era; ni casualidad la presencia de las torres rondeñas a miles de kilómetros de su lugar natural, sino el empeño mayúsculo de Hearst, enamorado de su rara belleza, en una región donde había miles de otras hermosas, de que ante la imposibilidad de gozar de la original,  también luciera un trasunto de la imagen allí, para siempre, en sus posesiones de  rico caprichoso. 

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