A mejor vida, sin estertores ni aspavientos que llamen a arrebato se dispone a pasar un mes que de todo un poco tuvo; pero sobre todo dulzuras y bonanzas más afines a estaciones que ya quedan lejanas que la que con buen ánimo, pese a epidemias y restricciones, recorremos. Lo cierto es que el sol, más que calentar apabulló en estos días con ardores que se jurarían advenedizos y raros, ya que, a estas alturas del calendario, un poco tendríamos que andar persiguiendo a los ígneos emisarios del astro rey, a sus luminosos rayos, y no evitándolos. No nos dejemos engañar, sin embargo, porque horas más frías y más destempladas encabritadas llegarán sin avisar, con más furia y persistencia que nunca, para hacernos pagar las actuales delicias de un impensado veranillo que, especialmente, agradecen foráneos y descamisados turistas; y es que ademas de a admirar paisajes y ancestrales vestigios, vienen con la mente puesta en eso: en empaparse, en bañarse, en sumergirse en un torbellino desatado de soles y mansas brisas, infrecuentes en sus remotos lares; otra cosa, sería un descomunal fiasco, por mucho que la ciudad les gane.
No hay comentarios:
Publicar un comentario