Por mucho que encauces tus esfuerzos desde que naces en aprehender el secreto de lo que, sin salir siquiera de ese limitado universo que te rodea y acompaña, son más, Zaide, las cosas que desconocemos que las que conocemos.
Y llevado al reino de lo humano, si el propio conocimiento es el de más compleja resolución, qué diríamos del ajeno ¿cómo explicar si no que siendo tu conducta igual para todos, unos te miren bien, otros con ceño, quien con envidia, muchos con rabia y los menos con equidad y buenos ojos?
Insondables misterios del alma de cada cual, que, amigo Zaide, harías mal en intentar descifrar, ya que es aquélla un intrincado despeñadero en el que sólo cabe el extravío y nunca la senda de la exacta verdad.
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