¡Cuán enjoyada, altanera, suntuosa, enorme construyes, Zaide, tu casa! Con áureos materiales y engastada de preciosas piedras quisieras, envidiada, verla. Casi flotando entre las nubes, a leguas de distancia. Sus muros, torres y encumbrada altura avasallando a las demás de la ciudad.
Se diría que serías el más feliz de la tierra dotando a tu morada de la condición y soberbia de quien sueña con habitarla. Si eso es así, te advierto que poco orgullo cabe en ello, porque esa misma distinción que establece tu morada con las vecinas, esa inaccesibilidad y distanciamiento, es la que te irá alejando a tí, con idéntica regularidad y certeza, un poco más cada hora, de tus congéneres, de tus conocidos y aun, a poco tardar, de tus deudos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario