No olvida septiembre que aún soporta la última hornada veraniega sobre sus etéreas espaldas, y, a veces, nos lo hace sentir sin rubor alguno y con energía estival. Igual que hoy, en que el mes se disfraza de descarado estío.
Hasta la saciedad, ahítos estamos de tantos monigotes de paja como intentan los medios, y los que no lo son, que encumbremos en un bombardeo que repugna por la manifiesta mediocridad de los propuestos a figuras sociales. Dado el ritmo trastocado en que se mueve el mundo hoy en día, otras noticias llamen menos la atención: la cultura, pues de ella hablamos, anda por donde anda sin remedio que la cure y sólo nos toca soñar que algo la restañe el tiempo y los que nos gobiernan.
Una satisfacción, por todo lo expuesto, que premios como el convocado por la red de bibliotecas provinciales (que no existe mejor ni más sonado y razonado patrocinio) y con tema tan eterno y necesario como el amor, que a todos nos mueve, haya recaído en Antonia Toscano. No una desconocida en el mundo de las letras y que une a sus virtudes como poetisa y escritora, la bendita circunstancia de ser de la tierra. Celebrémoslo pues, con el calor que merece.
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