¡Qué atronador desperdicio el de nuestros conocimientos! Todo un derroche. Una larga existencia persiguiéndolos, en un proceso que nunca cesa. Y cuando más orgullosos nos hallamos de saber un poco de todo, de ser un pequeño pozo de sabiduría, un viento gélido llega para decirnos que todo se acabó, que no hay lugar, espacio ni tiempo, para aprender más, ni para disfrutar de lo que sabemos.
¡Qué desperdicio de horas, qué inutilidad de estudios, de libros, de enseñanza, de adquirir lucidez y sapiencia, si no existe tras ese viento letal, otro lugar donde disfrutar de esa trabajosa, entusiasta, adquirida con tanto esfuerzo, experiencia intelectual!
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