Sin pretensiones de ninguna clase, este rincón se ha tornado en un pequeño refugio donde (sin apreturas,ni, sobre todo, servidumbres a una prensa local poco interesada en la cultura ni en lo que uno escribe) podemos darnos nuestros desahogos, que esperamos tengan interés para alguien, ya que en este vasto mundo de naturalezas tan complejas y diversas, a veces, aunque no es fácil, tropiezas en tu caminar con almas afines.
Para ser domingo, un alto en el devenir de las fatigas y desvelos semanales, que se suelen ponderar permaneciendo en casa, hemos hecho una excepción para, todavía, con las buenas luces y ardores de un tarde casi veraniega acercarnos a nuestra entrañable Iglesia Mayor. Un escenario de bóvedas, columnas y filigranas en la piedra, en el que no sólo nos sentimos como reyes de un reino sin edad, sino asimismo, como en nuestra propia casa.
Un aliciente adicional, de los que nunca decepcionan, lo constituye, la actuación de la Escolanía del Conservatorio Ramón Corrales, a la que su directora, Isabel Martín, ha dotado de muchas de las virtudes que a ella la adornan: un entusiasmo desbordante, virtuosismo y una envidiable capacidad de aparecer, sin darse la más mínima importancia, cuando se les necesita.
A su lado, la coral americana Con Brío, no sé si es casualidad su nombre o no con nuestro castellano, sonaron con eso, con poderoso brío que multiplicaron, además, para mayor gozo de los que allí estábamos, las naves recorriéndolas y, casi diríamos, purificándolas. Otro placer, también, esa mezcolanza de voces, unas vetustas y de lejanas tierras, y otras nativas e infantiles.
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