Indeciso anda hoy el tiempo, sin atreverse a elegir un seguro norte, aunque nos tememos que acabará por adentrarse por el que trae la lluvia. La barrunta ese aire templado que es agradable sentir en nuestra piel y unas nubes, que sin ganas de transitar por donde debieran, se han empeñado en cubrir, de momento, y sólo parcialmente a las montañas cercanas.
Hay ocasiones en que la melancolía no la estampan en el horizonte únicamente nubes, brumas y aires extraviados, sino otros objetos que, menos líricamente, por su fealdad y despropósito, no deberían generar ninguna duda su destrucción; pero que allí siguen pese a estar abandonados, por falta de dinero o porque incumplieron la ley, hasta que Dios quiera. Valga como muestra, esa construcción de seuda estructura clásica que se encuentran en su transitar, en el punto más alto de la carretera, los que se dirigen a la costa. Alguien, algún día, de los que tienen atribuciones para ordenar, tendrá el buen sentido para decidir que ese suelo estaría mejor como estaba antes, desnudo; sobre todo, teniendo en cuenta que abandonado o no, el edificio, aparte de estorbar es un adefesio que daña a la vista y al paisaje.
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