Parece como si por el hecho de ser domingo, la naturaleza tuviera la obligación de ofrecernos lo mejor de ella y deslumbrarnos hasta el agotamiento con un día espléndido, acorde con el pequeño momento de circunstancial euforia que vivimos en esas horas. Pero ya se sabe que no siempre son coincidentes nuestro ánimo y el de los cielos.
Hoy el tiempo se diría hosco, enfurruñado, sin embargo, creo que precisamente eso que le pedíamos a la naturaleza para el día festivo nos lo está dando a manos llenas. Hay una magna serenidad en esa lluvia que sin dañar nada humedece las calles y viviendas y que es una promesa deslumbrante de futuras cosechas, de ríos rumorosos y de rechazo de males en la tierra y en nosotros.
Es día de votaciones, y por esa parte puede que fuera el día descorazonador; pero desalentadora es la situación del país, tanto como la del mundo económico y europeo del que dependemos. Por esa razón, a pesar de tener la gripe hecha la mandona de la casa, con un pequeño esfuerzo, hemos sido testigos de cómo nuestras papeletas se introducían en la urna.
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