Este desconocido agosto, ya decíamos que no para de hacernos rabiar, escondiendo sus cartas tradicionales y mostrándonos otras que le son extrañas: cielos abiertos, soles perennes y ausencia de cualquier perturbación atmosférica. Tanto es así que hasta habría que alejarse de la población, buscando un apretado bosque para lograr ver alguna superficie cubierta con el dorado de las hojas volanderas de otras veces. Las flores, en cambio, lucen como nunca en los jardines, ajenas a cualquier fecha, tan ufanas y sin signos de marchitarse.
Cada vez nos queda menos dudas de que algo está mudando las cosas que nos rodean. Nos enteramos hoy, que un veterinario le ha diagnosticado al can de unos familiares, fuerte, de los que guardaban rebaños y ahora duermen en la casa, una hernia de hiato y problemas de próstata. Nada más y nada menos que idénticos males que los que uno padece. Ya que no es posible hablar de leyes de sangre o de herencia, habrá que pensar eso: que se mire a través o al derecho, algo está transformando el acontecer de los días, de los reinos, en el que el hombre, para no perder la costumbre, se esmera por ser cada vez más animal que cualquier otro.
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