Se comenta con toda razón que para el turismo de lujo, es decir, el que practican los dueños de grandes fortunas, la crisis es inexistente y que, incluso, estos tiempos desvastadores para la economía del común de los mortales, no son sino ríos de caudalosas aguas en el que pescan más que lo que ya poseen. Es un hecho, además, y de los más comprobados, que en estos movimientos de dinero son, desde que el mundo es mundo, las clases más débiles de la pirámide social las perdedoras; también en los rebotes.
En Carratraca, que durante siglos tuvo gran nombradía por sus aguas medicinales, aliviando dolencias que atenazaban a habitantes de nuestra región, el balneario es hoy un lugar prohibitivo para el pueblo: un hotel de lujo, de cinco estrellas, de posesión extranjera, con precios sólo al alcance de los opulentos, acaparando el manejo de aquél, ha acabado con una tradición y , quizas, con una fuente más segura de dinero que la que ahora recibe, ya que no eran pocos los que, aunque de economía modesta, ocupaban sus pensiones y alquilaban viviendas cuando acudían a tomar los saludables baños, que ahora cuestan lo que no está escrito.
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