Hay que ver cómo cabalgan los años a lomos del tiempo, hasta transformar y meter dentro de la población a zonas que no ha mucho quedaban al margen de ella, y, lo que era peor, un tanto abandonadas del cuido que lustraba a otros lugares urbanos.
Me refiero en concreto a todo el perímetro que englobaba a la Estación de ferrocarril y a su vecindad más inmediata que, ahora, con el verde escaparate de sus jardines delanteros, ingeniosamente cultivados en un entorno de árboles y flores, forman un conjunto de lo más agradable y armónico, conjugando lo que ya existía con lo nuevo.
Toda la modificada avenida que transcurre entre la Estación y el comienzo de la calle la Bola, igualmente, es un paseo que se ha ganado, con muy buen tino, para el caminante y su tranquilidad, sin tener que esquivar, en todo el trayecto, el molesto tráfico. Lástima para su estética, en cualquier caso, esos hierros ondulados que, en gran parte, la coronan, que no dicen nada y afean lo que podía ser perfecto.
Pero lo criticable sin concesiones, surge a espaldas de la avenida de Andalucía, en la prolongación lateral de la Estación hacia los llamados jardines del Nene: un desolado y desaprovechado paraje, con abundante basura en los suelos, que queda muy a la vista del viajero que parte o llega o que, incluso, buscando la sombra cuando el sol calienta, decide caminar por ella. No costaría tanto adecentarlos, creemos, si es que no se le busca un destino útil.
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