Juguetonas brisas y tenues nubecillas imprimen un poco de carácter a esta mañana que, sin estos elementos, rozaría monótonas cotas veraniegas. Por algo más habría que significar a un lunes, que, entre empujones, se despierta con modorras y migrañas postelectorales; sobre todo, asaeteando a los que, de un modo u otro, se consideraban comprometidos en una lucha de cuyo éxito o derrota dependían locales concejalías y municipales sillones.
Anda un poco mustio el ciudadano que, por lo demás, con creces cumplió ayer con su voto. Lo cierto es que ni siquiera la posibilidad de un próximo y más que seguro cambio en la alcaldía se manifiesta en corrillos en las calles. Muchas cosas tendrán que mudarse, y muchas son las virtudes que caben exigirle a los futuros regidores, esencialmente, que la honradez sea la fundamental base en que se asiente su quehacer ; necesaria aquélla, más que nunca, para que todos recobremos una confianza que se halla algo extraviada. Primordial, desde luego, para la función del ayuntamiento y de los que nos ponemos en sus manos para ver a nuestra ciudad mejorar, en la medida y forma que, sin inalcanzables fantasías, nos gustaría.
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