Ha habido en estos días aglomeración de actos en nuestra ciudad. Más, diríamos, de los que puede asimilar el interés y nivel cultural de una población encandilada por otras cosas, aunque son todos de alabar ya que bastante peor fue la situación vivida durante largos años atrás, de total carestía.
El del pasado viernes, celebrado en la Maestranza, es de los que dejan huella. Fue la presentación de un libro de largo título, cuya portada más abajo recogemos, en resumen, simplificándolo, unas memorias de Julián de Zulueta. Una vida apasionante que pocas comparaciones admite, porque si se queda uno boquiabierto leyendo sus adanzas increibles por ignotas tierras, de múltiples aventuras, la admiración se acrecienta al comprobar que cualquiera de ellas no tuvo más objeto que combatir enfermedades epidémicas y que para su estudio, en ocasiones, sirvió el mismo como voluntario conejillo de india.
A Julián, su paso por la alcaldía de Ronda, a la que llegó a la fuerza, le ganó infinidad de enemigos y de vituperios infundados, que sabido es que ningún hombre bueno y sabio y de carácter independiente está libre de ellos. Invito a mis lectores, que, dejando a un lado sus preferencias políticas, se adentren por los capítulos del libro que hablan de sus logros en Ronda y en la Serranía. No es cualquier cosa lo que hizo, más de elogiar cuando entre sus ambiciones, nunca hallaron sitio ni el poder ni el lucro.
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