Es un magno desbarajuste de los sentidos alborotados, es un brinco del alma, que para expresarlo las pobres palabras huelgan. Es hablar con los dioses. Es reír con la mañana. Es correr con el viento. Es acariciar con la brisa.
Es galopar a lomos de vaporosas nubes. Es estar y no estar en el mundo. Es no añorar nada, no querer nada, porque es tenerlo todo. Es no pensar en nada más. Es un milagro, es un don, es la vida, es un despertar y un amanecer, es la fuente que te sacia y la luz que nunca se apaga. Es, cuando comienza, esperar horas por verla, y morir si no la ves. Es echar cerrojos a pesadumbres y abrir puertas a una plenitud, acariciar la eternidad en la que no estás solo, porque a tu lado ELLA y todo bien a tu alcance queda. Y es reconocerla, más tarde, en los ojos de tus hijos, o en la mirada y simpatía de tus nietos. Es el AMOR divino milagro, divino don.
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