domingo, 5 de julio de 2015

OLÍA A MAR LA MAÑANA.


     Olía a mar, a mar aquietado, y cercano. Con esta invasión descarada de los calores, agobiantes, impertinentes, abanderados de esa multitud que, con mínimas oscilaciones nos van a acompañar unos meses, paseando esta mañana por nuestras calles, abarrotadas de turistas de otras latitudes, de esos que no sólo no temen a a la permanente incandescencia de nuestros cielos, sino que es lo que persiguen en todo momento, nos ha dado en pleno rostro, extrañamente, porque de eso no nos consta que tengamos, un tibio olor a mar. Ignoramos si estas ondas de ardientes flamas que andan en la atmósfera hoy, actúan como alado e invisible puente entre el Mediterráneo, y nuestras montañas, trayendo y llevando brisas, de allí y de acá, intercambiándolas; el caso es que la mañana, nuestra ciudad, nuestros rincones, esta desnuda mañana de finales de junio, olía a mar, un olor inconfundible; a mar, y a verano meridional, de los que se hacen notar, de los que nos hacen sudar.


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