A esta noche, aunque en sombras, como corresponde a su condición de centinela de tinieblas, se diría la han invadido una legión de invisibles y oníricos soles furiosos, de sofocantes, diligentes y obcecados rayos, tal es el ardor que se sufre, si, con valor, se osa ocupar un mínimo hueco en su exterior y fogosa atmósfera.
Rompe, por eso, la de hoy, con una rigurosidad que es casi castigo divino, el equilibrio de otras noches añoradas, plenas de olores de jazmines, en torbellinos de blancura y seda, de adormecidos pero satisfechos piares, de rumores de voces y risas; noches que parecían días por su bullicio y suave deslizar de vida. De todo, clara, abiertamente carece la que ahora nos aturde y deja nada de margen para un sosiego que, para nosotros, a causa de esa mezquindad, queda lejos, muy lejos, endulzando a otros hemisferios y horizontes, en realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario