La soledad del ermitaño, pues nadie te acompañará en tu peregrinar, y la paciencia del caracol para llegar a su destino, necesarias te serán para entender las descomunales injusticias de este mundo, sus traiciones y burlas, sus escollos y quebrantos. Con certeza, una de las de mayor afrenta y amargor, contemplar las barbaries de las guerras, sus destrozos y muertes, en las que, como en todo, la peor parte la soportan los más inocentes, los más débiles; puede que los más ignorantes, pero también los de corazón mas noble.No detener una guerra, ni alimentar a esa infeliz y masacrada multitud de la humanidad que carece de pan y agua podrás, que son acciones que no están en tus manos. Sí, a la altura de tus posibilidades y pensando en todo ese escenario de dolor y sufrimiento, intentar algo en la distancia, una pizca aunque sea: para que una lágrima que no llega a resbalar; para donar una prenda que ponerse, un plato de comida, una píldora que alivie una dolencia. A eso puedes contribuir con tu desprendimiento. Te sentirás mejor, más en conformidad con lo que debería ser misión esencial y cotidiana de los que algo tenemos.
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