jueves, 16 de julio de 2015

EL ENEMIGO EN CASA



      Con harta impunidad, el azote de fuego que nos visita sin querer dejarnos, ni ceder ni una pulgada de terreno, viene, entre otras cosas, a destrozar el concepto que teníamos de la casa propia, del hogar, como refugio a prueba de temporales malévolos, del cuerpo y del espíritu, de fortaleza de leyenda.
     Esa poderosa sensación de entrar en la vivienda, cerrar puertas, y si hacía falta postigos y cortinas, y, de inmediato, considerarte a salvo de no importaba qué asechanza o peligro, es mero papel mojado en estos días de desértica atmósfera, ya que el enemigo a combatir, a poner distancia, cuanto mayor mejor entre él y tú, se ha colado sin oposición alguna por los que fueron tus inviolables dominios de siempre; de manera, que, tanto dentro como fuera, se halla al acecho tu enemigo, en pie de guerra,  asestándote puñadas y bofetadas de calor. ¿Dónde, pues, buscar amparo, hacerse fuerte como el adversario, a la caza de una bocanada de alivio, de frescor?

No hay comentarios:

Publicar un comentario