viernes, 3 de julio de 2015
NO SEAS, TÚ, ZAIDE.
No seas tú, Zaide amigo, de aquéllos que cuando la hora de la muerte les llega no lamentan tanto la irremediable venida de ésta, como las riquezas que tras de sí dejan, ya sean fantásticas mansiones que a los cielos desafían, grandiosos navíos, a los que se dirían los océanos les pertenece, históricos castillos, imponentes automóviles, pedrerías o cuadros cuyo valor ni se calcula, porque puede ser cualquiera.
Más dulce y humana será tu despedida para enfrentarte a ese misterio insondable, del que todo lo ignoramos, si, nada, salvo el amor de tu familiares y amigos, un recuerdo permanente, dejas. Atente al sabio proverbio: "Desnudo nací, desnudo me hallo. Ni pierdo ni gano". No hallarás la felicidad en acaparar durante toda tu vida sin tino, que pocas son las cosas que de verdad se necesitan para vivir en paz contigo mismo y con los demás, y menos, desde luego, para en paz abandonar este mundo.
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