Las pardas brumas que nos visitan estos días, precoces avanzadillas de un prematuro calor, no auguran nada bueno, ya que unidas a un viento con parecidos signos y de foránea procedencia, proclives son a levantar melancolías y tristezas en nuestros espíritus. Se diría una espina clavada hasta lo hondo en el optimismo que desprendía el tiempo los pasados días, en los que todo invitaba a soñar, a creernos instalados en un edénico y permanente paraíso. Consuela al menos de estos malestares, contemplar a los que pasan a nuestra vera, sumidos en las mismas sombras y nieblas del alma, como idos, la mirada perdida y con pocas ganas de andar por las calles. Otra cosa son los venidos de fuera, que preocupados por encontrar las atracciones que les ofrece nuestra ciudad, no piensan en otra cosa.
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