Con un origen nada claro, dada su historia y andanzas como buceador de culturas, hiende junio el año y se encarama en la cumbre más pina del calendario para, desde allí, vislumbrar y proyectar un descenso que, a poco, le llevará con medidos pasos hasta estaciones más plácidas y monótonas. Es lo que es: un mandamás de concluyentes solsticios y de peregrinas estaciones a las que abre y cierra puertas; a unas porque llegada su hora ya fenecen llenas de achaques; a otras porque pujantes advienen con su cohorte de pujantes cielos y soles. Mudanzas y más mudanzas, en realidad medrando una y otra vez dentro de un carrusel que enloquecido gira, que nunca se detiene, que trae y lleva a la naturaleza y a nosotros, sus juguetes favoritos, cuanto hay que traer y llevar, que no es poco.
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