Al cementerio de los meses, ese que no necesita lápidas ni lucidos mausoleos, y que sólo vivirá en el recuerdo, si es que alguno, grato o cruel, deja, se nos marcha junio. Ningún sobresalto grande motivó que nuestros corazones se aceleraran; tampoco hubo motivos de gozo mayor que no fuera el de seguir vivos, que no es poco cuando los años se agolpan en nuestras espaldas como granos revoletean en las tormentas de arena.
Con este frívolo historial suyo ¿quién se acordará cuando pase algún tiempo de este junio 2015, que nada sobresaliente, ni nada doloroso nos dejó? Imaginamos que a los que, como a nosotros, más que su monotonía queda, muy huidiza y pasajera será su memoria. Y con una pizca de curiosidad, esperamos, en ese volatinero transcurrir del tiempo, a su hermano menor, ya en adultas edades, a julio, por si algo de inusual aporta; que no venga con trágicos ecos, es lo que, con toda el alma, pedimos.