Las oficinas de la compañía eléctrica donde vamos a resolver los problemas que ocasiona el suministro por la región, es una feria esta mañana; no desde luego por la alegría que reina entre los consumidores de su energía que abarrotan el local, sino por la afluencia de personas. Se diría más bien lo contrario, rostros preocupados e impacientes porque sólo una señorita atiende y porque al que le toca presentar su problema, una queja en la mayoría de los casos, se demora media hora en salir.
El invierno se tornó frío desde hace unas interminables semanas y el consumo de luz se ha disparado; pero aún mas, (con ominoso descaro, con desprecio a cualquier humana y sensata acción, a la pobreza reinante, a que los combustibles están bajando, a que sobra energía, a que enriquecerse es lo primero, a costa de quien sea,) ha subido el recibo, exageradamente y en el momento menos adecuado, un asalto en toda regla. Y ahí anda toda esta pobre gente, en espera de una explicación, de que todo haya sido un error, de algo que le permita no tener que elegir entre comer o calentarse. Un utopía en realidad.
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